Muy pocas cosas pueden ser más dolorosas para unos padres que ver cómo sus hijos conviven en el día a día con una discapacidad. Son momentos en los que solo un fundamento firme puede llevarte a aceptar esta situación. Es el caso de Antonio y Eva, que en el reportaje nos cuentan su historia. Convivir con la discapacidad Hay un dicho popular que reza así: “Todo niño viene con un pan bajo el brazo”, para expresar la dicha de la llegada de ese hijo a la familia. Pero, en muchas ocasiones, no sólo no traen el pan, sino que les falta lo fundamental, la salud. Para Antonio y Eva, no sólo su primer hijo, sino también el segundo y el tercero nacieron con diferentes discapacidades. Con Antonio, se encontraron ante un diagnóstico de parálisis cerebral que luego cambió. Con Jaime, en principio todo era normal, pero a los pocos años descubren que padece un corioestetoma congénito que deriva en la sordera de un oído, y Mario nació con el Síndrome de Henoch-Schonlein. Una fe que sostiene Eva y Antonio han enfrentado cada dificultad con sus hijos con la mayor naturalidad posible, buscando ayuda a nivel asociativo, pero sobre todo firmemente apoyados en la fe que tienen en Jesucristo, desde antes de ser novios. En medio de la incertidumbre de la enfermedad y de los problemas que surgen, su fe les ha dado la fuerza para ser felices y transmitir a sus hijos esa alegría que mana de una relación personal con Dios. Además, su carácter emprendedor y vocación evangélica de ayuda al prójimo les ha llevado a volcarse en otras personas en situaciones similares creando una empresa que ha ayudado a muchas familias. A Eva, su experiencia la ha llevado hasta el ayuntamiento de Córdoba como séptima teniente de alcalde, coordinando el área de derechos sociales.