Escuchar a Dios y hacerle caso puede hacer que, del momento más oscuro y terrible de tu existencia, aparezca un rayo de luz. A través de su experiencia personal con Dios, Carmen y Gerlin, nos han hablado de esa esperanza.
Esta joven pareja con tres hijos pequeños reside en Madrid, pero ellos se conocieron en California. En medio de trabajos en el campo, surgió el amor. Claro que no fue sencillo, porque Carmen solo podía residir noventa días seguidos en Estados Unidos por falta de visa, y Gerlin trabajaba duro para enviar recursos a su extensa familia en Nicaragua.
Entre idas y venidas de California a España, Carmen le plantea a su enamorado venirse con ella; era la única posibilidad de intentarlo. Para Gerlin, después de las penurias pasadas atravesando el desierto de México, le pidió a Dios que le ayudara a entender qué debía hacer. El corazón pesó más que la razón y la pareja selló su amor con una boda en el lugar de origen de Gerlin, donde solo su familia participó de la celebración.
Carmen tenía una relación con Dios tradicional y más bien distante, pero una vez en España, iba a experimentar circunstancias que la acercarían al Dios personal y restaurador que ha llegado a conocer: “Si no llego a tener a mi marido y al Señor, que fue quien hizo todo posible, quizás hubiera tirado la toalla porque es algo que nos planteamos en ese tiempo muchas, muchas veces”.
Una crisis de pareja, un tercer embarazo inesperado y ver actuar a Dios de forma milagrosa en un momento crítico de asfixia de su hija mediana, fueron suficiente para que ella se rindiera al Dios que Gerlin le había mostrado en el día a día, con paciencia, perdón y una fe auténtica.